11F. Día para recordar
11F. Día para recordar

11F. Día para recordar

La semana pasada tuve el grandísimo honor de participar en lo que, para nosotros y nosotras, los científicos y las científicas, es la semana del año: La semana de la mujer y la niña en la ciencia y tecnología. 

Todo comenzó una semana antes. Un antiguo profe de la uni me llamó para comentarme la idea. Ambos estábamos emocionados e ilusionadísimos de reencontrarnos en un día tan especial para la Ciencia y la Mujer.

Pero claro, luego llegaba lo complicado:

Sentarse delante del ordenador, esperando que las musas me llegasen de alguna forma. 

No podía entender como algo así me resultaba tan complicado: hablar de mujeres. Y no por el hecho del género, sino por el hecho de que, a medida que examinaba mi alrededor y mis experiencias personales, me daba cuenta de que seguían habiendo diferencias entre hombres y mujeres.

¡Una millennial todavía ve diferencias!

Entonces me di cuenta de que podría ir al aula y hablarles de mujeres relevantes en la historia de la ciencia y la tecnología. O hablarles de mi carrera profesional como científica y divulgadora. Pero algo me decía que debía hacer un discurso de conciencia para que los chicos y chicas de quince y dieciséis años pudieran usar esa llave que nosotras todavía no habíamos podido usar del todo.

Así que, en mi casa, viendo que las musas no llegaban, cogí mi pizarra y dibujé una línea temporal. Sobre esa línea dibujé tres cruces: cuando somos niñxs, cuando somos adolescentes y cuando entramos al mundo laboral. 

En la primera cruz que dibujé, en la de nosotrxs de niñxs, recordaba las frases casposas que se decían en mi época, cuando era una niña, se oían:

Los niños no lloran

El rosa es de niñas

Pegas como como un niño

A las niñas no se les pega

El fútbol es un deporte de chicos

No podía dejar de pensar en una cosa: en el daño que hacemos a los niñxs que, a diferencia de nosotros, todavía no han sexualizado sus actos: ¿acaso un chico no puede llorar? ¿acaso no puede gustarte el color que te de la gana? ¿a las niñas no se les pega pero a los niños sí? ¿no puede haber niñas que jueguen a fútbol?

Después pasé al momento de la adolescencia; ese momento difícil, de cambios, de emociones que no sabemos explicar. Ese momento que parece estar plagado de etiquetas, de mofas y, sobre todo, de asociaciones entre género y habilidad.

Empecé a leer algunos estudios del Ministerio de Educación sobre las chicas, sus notas y sus elecciones. Descubrí que un 55.2 de mujeres ingresa en formación de 1º y 2º ciclo. Sin embargo, la distribución en función del ámbito de estudio es muy desigual: un 70% de mujeres deciden estudiar Educación, Salud y servicios sociales, un 49% estudia Ciencias, un 30% estudia Industria y Construcción y un 12.9% se decide por la informática. No obstante, que se hagan determinadas elecciones por parte de chicas y chicos, no significa que a las chicas se les de peor las disciplinas técnicas. Es más, según algunos estudios realizados, las mujeres que terminan estudiando carreras técnicas obtienen, en media, mejores resultados que los chicos.

Cuando vi estas estadísticas, no pude evitar preguntarme por qué.

¿Por qué?

¿Por qué siendo un porcentaje mayor y con mejores notas, seguimos teniendo miedo de las carreras técnicas y científicas?

Fácil: La brecha social nos sigue influyendo a la hora de elegir.

Los pequeños detalles SÍ importan. Y son esos detalles los que marcan nuestra infancia y nuestra adolescencia.

Por ejemplo: Las expectativas confusas que se tiene sobre nosotras. 

Recordando mis años de colegio e instituto, llegué a una conclusión: las chicas tenemos que ser buenas en todo, pero sin sobresalir demasiado. De nosotras se espera que seamos precavidas, empáticas, emocionales, que nos preocupemos por nuestro entorno y que tengamos esa necesidad de ayudar. Eso sí, si tenemos actitud de líder, somos agresivas y decimos las cosas claras, llegamos a recibir comentarios tales como «qué pelotas tienes». Por no hablar de los comentarios negativos que nos tachan de mujeres egoístas porque que prefieren priorizar sus carreras al hecho de formar una familia. ¿Por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto ver a la mujer como una persona que puede elegir lo que le de la gana? Claro, es complicado; es complicado cambiar nuestra mentalidad; esa mentalidad cosida durante siglos y siglos que ha educado a la mujer desde la preocupación, el cuidado y una competitividad superficial con otras mujeres que las han separado y las han enemistado (¿os acordáis de cuando éramos crías y los mayores nos decían que éramos más guapas que Fulanita o se nos preguntaba cuántos novios teníamos en el cole?).

Y, claro, esa competitividad se ve incrementada por un factor muy importante: La falta de referentes. Ha sido siempre tan raro ver a mujeres normales, como tú y como yo (y digo normales porque parece que el único referente femenino durante muchísimos años tenía que ser Marie Curie y a ver quién es la valiente que se atreve seguir esos pasos) triunfando en su proyecto, en su investigación, en su negocio y en todos los aspectos de su vida que, cuando ocurre, tendemos a caer en pecados capitales tan primitivos como la envidia. Y ya no sólo es la envidia lo que me preocupa, sino esa forma de infravalorar a las compañeras que consiguen triunfar. Como si no se hubieran esforzado, sacrificado y peleado por llegar hasta allí.

Todas estas cosas dan mucho miedo a la hora de meterte de cabeza en una carrera STEM (Ciencias, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas). Da miedo tener que hacer siempre un poco más para que se valore tu esfuerzo, o tener miedo por si tu embarazo retrasa tu carrera profesional como investigadora o como cargo importante en la industria. De hecho, casualmente (y me encantan estas casualidades), el 11 de febrero me puse a ver algunos capítulos random de Big Bang Theory; en él, Bernadette (microbióloga y jefaza de una farmacéutica) teme que, cuando en el trabajo se enteren de que está embarazada, le quiten el proyecto que estaba esperando.

Me hizo daño. Mucho. Me dolió que todavía tengamos que elegir. Bueno, no es que tengamos que elegir lo que me preocupa. Me preocupa que cualquier elección que hagamos sea criticada: si decides dejar tu trabajo por cuidar a tus hijos eres una antigua, pero si prefieres priorizar tu trabajo eres una mala madre.

Y lo que más me preocupa es que en 2022 me esté dando cuenta de que no he escrito nada nuevo sobre la mujer y sus cadenas.

Así que pongo el contador a cero y veremos cómo estamos el 11F de 2023.

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