Fumadores NO, gracias
Fumadores NO, gracias

Fumadores NO, gracias

Siempre hay algo que aconsejo a gente inexperta en eso de hacer entrevistas de trabajo: no fumar antes de acudir. El olor a tabaco sólo sirve de spoiler:

Si me contratas,

debes saber que estaré

cada dos horas bajando

a fumar un cigarrito”

Yo crecí en los 90, por lo que tuve la oportunidad de ver a dos hombres que parecían de los Village People anunciar dos de los productos más consumidos del planeta: un refresco light y los cigarrillos. Exacto, el obrero cachas que se bebía una Coca-cola light y las oficinistas se asomaban corriendo, con sus cardados y sus gafas del 1, 2, 3… Responda otra vez; y los cowboys en caballo que fumaban Marlboro. En realidad, viendo los anuncios a día de hoy, no sé si promocionan dos sustancias adictivas o novelas de Danielle Steel.

Yo bebo Coca-Cola (zero). Hace unos años, me permitía estar despierta cuando estudiaba o trabajaba de noches. Años después, me acompañaba en mis largas kilometradas los fines de semana que volvía a casa. Y, ahora, es un caprichito que me doy de vez en cuando. Como el chocolate o el helado.

Con el tabaco ha ocurrido algo divertido que todos hemos notado. De ser un actor más en el reparto de los taquillazos de Hollywood, a ser el repudiado, el amigo tóxico, el chico que no te conviene o la droga que se ha permitido conservar a las mujeres al borde de un ataque de nervios o los bohemios frustrados que escriben en un estudio abuhardillado del centro de París.

Exacto: desesperados o frustrados.

Ya no es el amigo que te ayuda a ser popular, o el que se siente completamente integrado entre tu grupo de amigos porque todos compartís este vicio entre plato y plato. ¡No! Ahora es el novio que no te atreves a presentar a tus amigas por miedo “al que dirán”.

El cine no ha sido el único que ha puesto al tabaco como el amigo tóxico que no nos conviene. La Pandemia ha conseguido que se reduzca hasta un 7% el consumo de tabaco. Mientras que Jeff Bezos (Amazon) ha visto su imperio consolidado durante y tras la Pandemia, puede que la empresa de Philip Morris (Marlboro) vea su caída en picado tras la mala fama aportada por el cine y una pandemia. Es increíble cómo son los intereses eh… Un día te ponen en lo más alto, y al día siguiente te dejan tirado como una colilla (vaya, ¿otro spoiler que nos hacía el refranero español?).

Por fin, nos hemos dado cuenta de que fumar es una adicción, un vicio dañino y la sustancia responsable de causar el cáncer más letal de nuestro país. Ahora somos una sociedad runner, concienciada con sus hábitos, con sus ayunos intermitentes, con llevar una dieta Real Food y que sueña con un trabajo en alguna empresa tipo Google, con mesas de ping pong, gimnasios y salas de estar para tener ganas de ir a trabajar y disfrutar de las jornadas laborales de doce horas. Porque esas jornadas no pesan tanto en un holding, con Brainstormings, con briefings y coaching. Un sitio así es lo más; Aquí si que merece darlo todo y trabajar duro, esforzarse y ascender.

Puede que el Diablo vista de Prada, pero las ofis visten de diseño sueco.

Así que para conseguir un trabajo, a día de hoy, recomiendo no ir oliendo a tabaco el día de la entrevista. Es una característica de nuestro curriculum que conviene no decir, pues en realidad lo que interesa es vender nuestra alma, no ofrecer fuego en los descansos del café.

Esta semana, para adentrarme de lleno en el mundo de los tiburones empresariales, me volví a ver (con los ojos bien abiertos y anotando momentos importantes) la película de El Método. No sé si la habéis visto, pero me parece crucial para entender las dos caras de la moneda que vive nuestra moral día tras día: Una entrevista de trabajo en una empresa importantísima de Madrid mientras que las calles se infestan de jóvenes protestando contra la globalización. Y digo doble moral porque, como indica un comentarista al principio: los jóvenes acuden a protestar con zapatillas fabricadas por grandes multinacionales.

Mientras ves la película, sientes que eres un candidato (o candidata) más; Sientes ansiedad, incomodidad, vergüenza y bochorno. Hay miles de frases que podrían ser titulares para este texto. Pero me quedo con la que suelta Ernesto Alteiro (candidato que se desviviría por la empresa y no tiene muy claros sus principios) cuando dice algo así como «Nos están grabando para ver quién destaca».

Esto me hizo ver muchas cosas, sobretodo una: El ser humano no coopera, compite.

A día de hoy, incluso, podemos verlo con las quejas de los caseteros por la reforma laboral que amenaza su negocio y ya no podrán contratar a camareros y camareras para trabajar 16 horas diarias. El casetero no coopera, pide.

Podemos verlo en el jefe que te hace chantaje emocional o que se victimiza de todo lo que hace por sus trabajadores, sin escuchar las necesidades de éstos, e incluso suelta comentarios como «Si no te gusta, ahí tienes la puerta». El jefe no escucha, exige.

Se ve también en la lección que te da tu padre o tu madre cuando empiezas en el mundo laboral: En el trabajo, no hay amigos.

Lo vivimos cuando llegamos a casa, a moco tendido y nuestro entorno nos dice: Tienes que aguantar.

Es en esos momentos, probablemente, cuando te vengan ganas de prepararte un copazo y fumarte un cigarro. Porque tu jornada laboral de 12 horas disfrazada con términos en inglés y salas de estar con máquinas Nespresso no te hace feliz.

Y lo peor de todo es que no sabes cómo explicarlo.

Cuando no quieres seguir el rebaño, cuando ese modo de trabajo no va contigo, cuando sientes que la situación te supera, cuando no puedes vivir doce horas anclada a una silla de ordenador, o cuando no quieres vivir bajo las garras de un jefe que no mira por el bien de sus trabajadores, no puedes decirlo en voz alta. Eres la rarita, la que no aguanta, la que no sabe la suerte que tiene de trabajar, la que debe entender que esto es hacerse adulta. Sin embargo, cuando la relación tóxica la tenemos con una pareja… ¿Por qué nuestro entorno nos anima a dejarla e incluso no entiende cómo seguimos con esa persona? O, por ejemplo, ¿por qué animamos a los fumadores a dejar ese vicio insano?

La sociedad actual está intentando trabajar el «desetiquetado» de las personas. Ya no queremos ser briks con una etiqueta colgando. Ni maricones, ni marimachos, ni mujeres ni hombres. Queremos niños que lloren y niñas a las que les pueda gustar el fútbol. Que jueguen con lo que quieran y que el bullying (o la sexualización de los adultos) no les aceche. En cambio, ¿por qué etiquetamos al que sufre ansiedad laboral? ¿Por qué sigue viéndose como el débil? ¿Por qué el que no cuadra en un sistema laboral es el flojo?

¡He dejado de fumar!

¡He dejado a ese imbécil que me amargaba!

¡He dicho adiós a mi jefe!

Y que nadie juzgue, ¡por favor!

PD. Me gustaría leer vuestros comentarios, experiencias, opiniones y que entre todos aprendamos. Opinar no es tener la verdad absoluta, pero siempre une crear debates de forma sana. Vosotrxs, ¿qué opináis?

3 comentarios

  1. Antonio

    Totalmente de acuerdo con tus reflexiones… Soy otro más de esos raros que en plena crisis se quejaba por echar horas, trabajar un finde sí y otro no, turnos de 7 días seguidos de noche… Y no te podías quejar porque, era cierto, había muchísima gente a verlas venir… Pero porque esas mismas personas querrían lo que yo»sufría», un tiempo, para acabar quejándose igual que yo… Al final tendemos a no disfrutar lo que tenemos, sea dinero o tiempo libre (casi nunca van de la mano). Y creo que también es verdad que nuestros padres (en general) no concebían otra vida que no fuera trabajar de lunes a sábado con horas extra o cosas así. Hoy día queremos poder disfrutar de nuestras aficiones, familia, etc (y sueldo decente) pero creo que el sistema (al menos en España) no quiere o no podría mantenerse si viviéramos así

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