Una Proposición indecente en mi buzón de entrada
Una Proposición indecente en mi buzón de entrada

Una Proposición indecente en mi buzón de entrada

Una proposición indecente fue un taquillazo de los 90 que los millennials han conocido porque la TV tiene ese gran poder de meter con calzador los mismos films de domingo por la tarde desde hace diez años. Es cierto que la visión moral del siglo XXI criticaría una película del estilo, que deja a Demi Moore como una mujer que se vende por un millón de dólares y a Robert Redford como el machito –encantador- que cree que la mujer es capaz de aceptar cualquier cosa con tal de vivir con la cartera llena. Ahora, las chicas millennials prefieren otras historias protagonizadas por mujeres independientes, currantas y que ya no ven sus objetivos marcados por el tic-tac del reloj biológico.

Sin embargo, las películas que se ven en los últimos años asustan más que cualquier película de Hollywood. Las propuestas indecentes se reciben vía e-mail y quitan las ganas de cualquier intento más por hacerse un hueco en el sector.

Esta es la historia de una joven responsable, constante y con ganas de ver el fruto de sus esfuerzos. Se había educado bajo el eslogan de los padres de los Millennial: Trabaja duro y llegarás lejos. Así que sacaba buenas notas, invertía veranos estudiando idiomas, y se metió en el tedioso mundo de Ciencias Experimentales. De esa forma, cubrió sus prácticas de verano en diferentes laboratorios y consiguió un hueco como becaria en un laboratorio de la Universidad de Bolonia. Lo que en principio sería una aventura de un año, terminaron siendo cuatro: Fue aceptada en la Universidad de Bolonia para estudiar la especialidad de Biotecnología Farmacéutica y, posteriormente, su esfuerzo y tenacidad la llevaron a pertenecer a un grupo de investigación del departamento de Oncología Experimental de un reputado hospital. Allí aprendió muchísimas cosas; la más importante: lo que le gustaba su carrera, su trabajo y lo llena que le hacía sentir ir al laboratorio cada día. Su trabajo era esencial para validar nuevas terapias para algunos pacientes de osteosarcoma a los que, por desgracia, la quimioterapia ya no les hacía efecto. Sin embargo, cuando terminó su proyecto, el jefe de departamento le propuso quedarse unos meses para terminar unos experimentos, sin contrato y sin cobrar un euro. De esa forma aprendió una grandísima lección: a veces, los trabajadores esenciales son tratados como desechables.

Así que hizo sus maletas y viajó a otro lugar. Quería seguir investigando, aprendiendo y enseñando a los que la rodearan lo importante que es ser científica. Así que llegó a una Universidad de prestigio para realizar un proyecto de investigación, sin contrato y sin cobrar un euro. “Tú ve haciendo, investiga, publica, haz cursos. Así tienes más puntos para cuando haya que solicitar una beca”. Así que ella trabajaba, se apuntaba a cursos y escribía para su primer artículo como primera autora. Aprendió otra lección: La ciencia es eso que va pasando mientras esperas una beca.

Cumplió 365 días, frustrada. Trabajar de lo suyo era gratificante, pero sintió que ya era hora de parar esa tomadura de pelo. Volvió a hacer las maletas y llegó de esa forma a una empresa de producción. Trabajaba a turnos, y el de las noches terminó siendo su turno favorito: le permitía escribir y estudiar (más cursitos) durante el día. Seguía esperando su momento, pues, como millennial, había crecido creyendo que es especial, que si lucha, conseguirá lo que quiere.

Mientras tanto, en la otra punta del planeta, sucedió algo que pondría patas arriba al mundo entero; lo que comúnmente se conoce como El efecto mariposa pero que, en 2020, pasó a llamarse Estado de Alarma. Así que, buscando todavía su sitio, volvió a hacer la maleta. Terminó trabajando en un laboratorio de Diagnóstico de la Covid-19. Un lugar que podía significar el Renacimiento de muchos científicos y muchas científicas pero que, en realidad, supuso el modo fácil de hacer dinero para un empresario sin escrúpulos que explotaba a la joven científica, la humillaba y le recordaba constantemente que los y las científicas no tienen donde elegir. A pesar de una pandemia.

No obstante, como buena científica, se propuso esa experiencia como aprendizaje para algo mejor. Algo que seguro que no tardaría en llegar, pues “si luchas, lo consigues”. De esa forma, volvió a hacer las maletas, de nuevo, para trabajar en otra empresa. Y si el jefe explotador le parecía lo peor que iba a encontrar, es porque todavía no había conocido a una jefa, con A, de las que se supone que deben apoyar en vez de ridiculizar y hacer sentir que nada de lo que haga será suficiente.

Pero la joven, como buena millennial, no podía quejarse. Porque ahora los jóvenes se quejan mucho y no saben lo que es trabajar duro. No podía quejarse porque recibiría contestaciones dignas del refranero español, como “No te quejes, que al menos tienes trabajo” o su favorita “Es que lo tuyo es muy vocacional”.

Pasó el tiempo, y la joven, con cinco años de experiencia, cuatro años en el extranjero, idiomas y títulos propios de su generación, recibió una propuesta indecente que años atrás habría aceptado, pero que ahora, con su visión moral de la treintena, sabe que es un insulto. Una empresa de prestigio le ofrece un puesto de trabajo de 40 horas semanales como Técnico de laboratorio de Caracterización, con mínimo un año de experiencia en técnicas que escriben en inglés para darse aires de serios e importantes. La joven llega al final del e-mail, emocionada de que por fin sus sacrificios hayan valido la pena. Hasta que llega a la cifra del salario anual.

Entre 15.000 y 18.000€

La joven rio, pues con los años se había vuelto una escéptica en el amor. Se dirigió a la nevera, sacó una botella de vino y se dio el festín que se merecía tras leer la oferta por la que había luchado tantos años.

13 comentarios

    1. Amira

      Hola!

      Gracias a ti por leerme.
      Últimamente me están cabreando mucho los titulares sobre la generación más preparada, la generación perdida, la generación única…
      En vez de clasificar a la sociedad en generaciones según la década en la que hayan nacido, ¿por qué no clasificamos las políticas según lo preparadas que están para satisfacer al tsunami de jóvenes que llegan con ganas de comerse el mundo?

      Saludos

  1. Rosa

    Me ha encantado tu texto, describes la realidad tal cual. Desde la experiencia te digo que cada piedra en el camino cuenta, es duro, muy duro pero al final encontrarás un contrato digno en un grupo de investigación o empresa en el que estés a gusto. Es muy triste, pero en España la ciencia es así, la estabilidad llega pasados los 40.Muchas gracias por darle visibilidad

    1. Maria

      Totalmente de acuerdo con tu texto.crei que era yo debido a mi edad la que pensaba así.estsmos en una época donde el que sabe no lo puede demostrar y el que no sabe por falta de recursos.es un Nini..no sé dónde vamos a llegar.sigue escribiendo.y no hace falta meterte en la sociedad que no lleva a ningún sitio.mucha suerte y sobre todo VIVE LIBRE.

    2. Amira Fernandez

      Hola Rosa!

      Muchas gracias por leerme y aportar tu experiencia personal. Al fin y al cabo, mis posts buscan eso: un feedback y aprender entre todos.

      Es una situación triste, normalizada ya en muchos sectores. A pesar de una crisis sanitaria, una pandemia y una crisis energético, los cientificxs siguen estando olvidados. Incluso, cuando doy charlas a chicxs de instituto, me doy cuenta de que siguen viendo la ciencia como la veía yo a su edad, haciéndoles creer que los cientificxs son personas raritas que viven en laboratorios día y noche.

      Gracias por leerme!

      Un abrazo

  2. Antonio

    Envidio a las personas que como tú aprovecharon su juventud para estudiar, con esa disciplina en esa edad digna de admiración, formarse aquí y allí, se dedican a lo que les apasiona… Una pena que la sociedad no sepa sacar provecho de vosotros con algo tan sencillo como estabilidad laboral y un sueldo algo más que decente. Conozco más gente así… Pero también ha sido vuestra decisión, estudiar lo que os gusta a riesgo de no ser demandados y valorados como merecen esos años de estudio y complejidadades. Nadie os obligó. Que tengáis lo que os prometieron vuestros educadores de los 90… Pues bueno, la sociedad es la que es, ni es buena ni es mala… Hice FP (porque no tuve la dedicación y la claridad que tuviste tú), trabajé de soldador porque en el peor de los casos tendría el sueldo que comentas de 18000-25000 euros sin apenas paro, gane más de 42000 anuales, oposité y calidad de vida y estabilidad. Seguramente que haciendo un cómputo estudios-estabilidad laboral te gano por goleada, pero creo que la gente que se dedica como tú a la investigación y que gracias a ellos avanzamos en campos como la salud debe saber y asumir que no va a recibir el reconocimiento social que reclama. Como creer que un tigre no te hará daño porque eres vegano. Si quieres ser un profesional demandado y admirado o si quieres dedicarte a lo que te apasiona que además es de importancia para la humanidad casi nunca va de la mano tal y como están los valores… Gracias por tu contenido, lo he visto de rebote y me ha gustado leerte

    1. Amira Fernandez

      Hola Antonio!

      Sí, totalmente de acuerdo con lo que dices. Es cierto que no nos obligaron, pero creo (siempre hablo desde mi punto de vista que puede ser muy limitado), que no nos dejaron muchas opciones porque las exigencias académicas aumentaron en cuestión de años. No sé de que año eres tú, yo soy del 92, y vivo rodeada de amigxs de los 80 y 70 y no se les exigía ni la mitad que a los que vinieron después (en cuanto a titulitis). Y con los años te das cuenta de que la exigencia académica no cuadra con la oferta laboral. Entonces, ¿qué podemos hacer?

      Yo soy de esas anti sistema que va en contra de los títulos, sacarselos para conseguir una plaza pero que, en realidad, culturalmente no me han servido de nada.. Sólo para soltarlo el día del examen. De hecho, sé qué me he cerrado muchas puertas así, pero sabes qué pasa? Que creo que la vocación debería mandar: por qué existe gente con doctorado sin querer dedicarse a la investigación y gente que realmente vale para ello, no accede por notas de Corte?

      Quizá me vaya un poco del tema, todo esto supone hablar largo y tendido sobre muchos problemas educacionales que podrían llevarnos muchos cafés.

      Muchas gracias por comentar y leerme, espero volver a leer comentarios tuyos en futuros post 💪

      1. Antonio

        Para nada te vas del tema… Tienes razón en que los que somos de una década antes que la tuya tuvimos más oferta laboral y quizá esto hizo que hubiera menos precariedad en todos los ámbitos. Pero ese poder estudiar lo que te guste es un arma de doble filo si tienes la mala pata de no ser demandado. Tenéis que ser mucho más creativos y originales que hace 15 años. Tengo como compañeros de trabajo un arquitecto, ingeniero, veterinaria… No sé si fallan ellos, falla la sociedad o que una puesto fijo en la administración puede con las aspiraciones de la gente, pero está claro que es una pena que derrochemos esos estudios y juventud por el sistema que está montado en este país. Ánimo, suerte y gracias por intentar cambiar las cosas aquí, porque seguro que en otro país te valorarían más como pasa con todos los sanitarios que dejan que se marchen

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